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La Era Indígena

Bosquejar el arte indígena del Paraguay plantea un problema básico de documentación, por las aún escasas investigaciones etnográficas sistemáticas; aunque en los últimos años han surgido una serie de monografías, estas abordan el tema ciñéndose a meros conceptos de una valoración estética descontextualizada, que parcializa la proyección del arte en términos de culturas indígenas.

Figura 1. Grabado Indígena. Guido Boggiani. Fuente: Colección Robert Lehmann-Nitsche

Al hablar de la artesanía de los indígenas, hay que conocer su real vivencia cultural antigua, este es siempre una determinante de las necesidades de la comunidad en su proyección subsistencial, social y religiosa. Su lucha por la supervivencia, su vida en pequeñas comunidades y su sentir mágico religioso no favorecía una creación, sino acondicionaban una adaptación imitativa.

"Es una supervivencia del conocimiento que aún sigue vigente."

Considerando esta realidad cultural tradicional de los indígenas, podrán comprenderse los factores que llevaron al paulatino abandono de muchas de sus expresiones artesanales.

La cultura material indígena del Paraguay colonial pasa desapercibida en las crónicas, los datos extremadamente escasos son además poco precisos y hasta a veces incorrectos. En lo que se refiere a las manifestaciones plumarias, las mismas han sido ignoradas hasta el presente por historiadores y críticos de arte, y aunque sean consideradas piezas artísticas, debe tenerse en cuenta que en términos de culturas indígenas los artefactos primarios constituyen un complejo código de símbolos que van mucho más allá de los ético-funcionales.

Aspectos determinantes del arte indígena: ambiente ecológico, materia prima, tecnología y tipología artefactual, ritos y ceremonias.

La imagen que nos entregan los manuales y los monumentos recientes no parece ajustarse demasiado la realidad. Más que coronas faldas emplumadas, los primeros cronistas nos hablan de desnudez, de pintura corporal.

Ulrico Schmidel, el soldado bárbaro alistado con Juan de Ayolas, nos dejó el primer registro visual y narrativo de la vestimenta guaraní. Habitaban esta “grande y dilatada” tierra de los carios, un pueblo en el que “hombres y mujeres, jóvenes y viejos, andan desnudos como su madre los trajo al mundo”. 

En su viaje a Alto Paraguay, encuentra a los jarayes (Payaguás) cuya pintura corporal lo sorprende fuertemente “Los hombres van pintados de azul desde arriba hasta las rodillas, como si de pantalones dibujados se tratase. Las mujeres van pintadas de otra manera, también de azul, desde los pechos hasta sus partes, y con mucho primor. Andan desnudas y son hermosas  a su manera.”

Figura 2. Indumentaria de los Paraguayos. Ilustración de indígena payaguá. Fuente: Acervo Milda Rivarola en www.imagoteca.com.py

Finalmente Schmidel encuentra entre las mujeres corcoquíes el Typoi. “que está hecho de algodón del tamaño de una camisa pero sin mangas. Las mujeres son hermosas. No hacer otra cosa que hilar y cuidar de la casa.”

En segundo cronista es Hans Staden, un arcabucero alemán que publicó en 1557 el primer “Best Sellers” sobre los guaraníes, con quienes estuvo prisionero una temporada. Los hombres carios “se cubren de piel de animales salvajes… Las mujeres fabrican con él hilo de algodón una especie de sacos abiertos en ambos extremos, ellas lo llaman, en su lengua, Typoy.” La planta de algodón, un arbusto local de dos variedades -el mandiyu moroti y el pyta- permitía juegos de tonos para el basto tejido del typoi.

Azara nos habla, siglos más tarde de fibras de caraguatá usados por algunos indígenas chaqueños poco antes de la Independencia. El algodón era también usado por los Payaguás: con mantas de ese tejido las mujeres “se envuelven del estómago al tobillo y a veces desde los hombros, pero llevan además un trapo de un pie cuadrado, atado con una cuerda y fijo a la cintura, de manera que cuelga delante de las partes sexuales.

Los hombres van enteramente desnudos, pero cuando hace frío, para entrar a las casas de la ciudad, se ponen por los hombros una de estas mantas para cubrirse… Las partes anteriores. Otros usan una camiseta que no tiene cuello y mangas y cubre apenas el signo distintivo del sexo.”

Ya había sorprendido a Staden la coquetería las mujeres tupi, con sus pendientes de conchillas, el “nambipay”; el símbolo de la virilidad o “tembetá” - incisión en el labio interior donde los hombres insertaban piedras o pequeños palos-; y el uso ceremonial de las plumas y la pintura corporal.

Los Payaguás, además de los penachos plumarios, “se hacen rocallas de formas y materias muy variadas. Se trazan en la cara y el cuerpo dibujos imposibles de escribir y de colores diferentes según el capricho de cada uno. No llevan estos ornamentos todos los días, sino cuando les parece, a capricho.”

Las mujeres púberes llevaban tatuajes o incisiones indelebles en el rostro. Algunas “más coquetas que las otras, se pintan de rojo la cara, el seno y los muslos, y se trenzan una cadena parda de grandes anillos en los brazos, desde el puño hasta el hombro”

La pintura corporal subsistió entre los indígenas no colonizados hasta las décadas del 20 del siglo XX.

De hecho lo siguen usando los tomaraho (Chamacocos) en algunas danzas rituales. La colección fotográfica de Boggiani ya registra aún los restos de esta riquísima tradición indígena chaqueña. Aquellos que como materia de arte eligieron la más hermosa creación de la naturaleza, el cuerpo humano. Los que convertía en su propio cuerpo en la obra de arte, los que portaban en sí la belleza creada.

Figura 3. Indios Chamacocos. Guido Boggiani. Fuente: Acervo Milda Rivarola en www.imagoteca.com.py

El guaraní ha adoptado la indumentaria del mestizo como único medio  a su alcance en contra de la discriminación que lo señalaba como indio “pelado”. Aquel que en sus propias aldeas usa la tradicional vestimenta, se oculta en su cabaña de la mirada de cualquier extraño.

Más al sur del Matto Grosso adoptaban el uso de abrigadoras prendas de los indios del Chaco. Fue así como se difundieron de chiripá, el Chumbé y el Ponchito. El primero es una faja de algodón que se sujeta a las cintura y llega a la altura de las rodillas, es una prenda provista de franjas en sus bordes, con excepción de que es fijado al cuerpo. Da vuelta y media en torno cubriendo sencillamente la parte posterior y doblemente el anterior. Lo sujeta el Chumbé, faja blanca de algodón que tiene profusión de bordados en hilos de colores, obtenidos con tintes vegetales. Por último el Ponchito es simplemente un pollo pequeño, que en ocasiones adquiere una belleza excepcional por los adornos de plumas que ostenta.

La indumentaria tradicional de la mujer, influida por los jesuitas está constituida por el typoi y la vata.

Los aborígenes y nuestra gente que aún usan técnicas y métodos de ellos, obtienen fibras de diversas plantas, entre ellos: de raíces y hojas de Karaguatá, de hojas de yvyrá, de hojas de cocotero, de pindó, de hojas de Tuku, de tallo de pirí o junco,  del tallo del jahapé o de sus raíces aéreas. Y a veces también de tallos de Kapi’i, o paja, de ysyvo y de algodón.

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